Tres meses después de la caída del régimen autocrático del sátrapa Ben Ali, el desencanto social, la pobreza y el desempleo empujan a miles de imigrantes ilegales tunecinos a desafiar las blindadas fronteras europeas y embarcarse en una arriesgada travesía hacia las costas italianas, que en no pocas ocasiones termina en tragedia. Una avalancha incesante que hace del tráfico clandestino un negocio muy lucrativo
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