En Sevilla se respira Semana Santa por todas partes. No se puede escapar de ella. El incienso impregna el ambiente de muerte y pesar. La gente acude como moscas a su olor y disfrutan, paradójicamente, de él. Mientras, por el roto de sus bolsillos, se deslizan las monedas en los bares, las tiendas, los hoteles... Todos lloran al ver frustrada un año más la procesión de rigor a causa de la lluvia. Pero todo se olvida con un trago y unas risas. Las contrradicciones inundan la celebración cristiana de la muerte (y resurrección) de Jesucristo.
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