Hay dos características de lo femenino que se ven muy claras en los cuadros de Lee Price: por un lado está la fragilidad, esa hipersensibilidad emocional que hace que la mujer busque refugio en su privacidad como si el aislamiento fuera la única salida ante la hostilidad de un mundo masculinizado. El baño, como lugar de máxima intimidad, se convierte en el último fortín, en el único lugar donde la mujer encuentra el relax del agua caliente y quizá también su purificación.
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