La triste y dura historia de Marina es real, como lo son cientos de otras historias anónimas que suceden a diario tras las puertas cerradas de "hogares" repartidos por todo el país. Lo que pasa es que son eso, historias anónimas, normalmente pequeñas reseñas en las páginas de sucesos y sin emplear nombres completos, sólo las palabras "víctima" ante las iniciales de ella y "presunto agresor" ante las de él.
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