Como tengo la inmensa suerte de poder coger el metro cada día a las ocho de la mañana para ir trabajar, muchas veces soy testigo de situaciones que muestran lo peor del ser humano. Veo cosas que no os gustaría ver a ninguno de vosotros que vais montados en burro al trabajo, creedme. (...) La acción fue la siguiente: el niño entró corriendo en el vagón para poder sentarse y, con la suerte que tienen los tontos, va y encuentra un asiento, y otro al lado. Por supuesto el adolescente se sentó de inmediato y dijo: “mami, mami, mira! siéntate”...
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