Miles de ciclistas toman el centro de la ciudad con La Criticona, una cita anual exportada de Roma para abrir paso a la bici. En mitad del paseo de la Castellana, cuando el pelotón se abre y ocupa ya todos los carriles que suben hacia la rotonda de Emilio Castelar, la chica de la camisa de flores suelta el manillar, abre los brazos y grita por encima de cuchicheos, pitidos, frenazos y bocinas: "¡La calle es nuestra!".
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