Escribir sobre la historia de las mujeres en la ciencia suele ser un padecimiento, pero hay excepciones. Una es la muy ilustre, alegre y, sobre todo, sabia señora marquesa Émile de Breteuil, Madame de Châtelet, insigne traductora de los Principia de Newton y divulgadora del cálculo infinitesimal e integral inventados por el genial y neurótico inglés así como por el portentoso alemán Leibniz. Pero la señora no sólo hizo legible la intrincada cumbre del pensamiento científico de la época, sino que llevó a cabo sus propios desarrollos matemáticos.
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