Ya no queda nadie. Hace mucho tiempo que se fueron todos. En el desierto namibio sobrevive el rastro de una época rara, donde el hombre se empeñó en levantar salones de baile sobre las dunas, barracones en la arena, mansiones en mitad de la nada, pero la nada acabó ganando y hoy Kolmanskop sólo es viento y penumbra.
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