Julian Assange cambia frecuentemente de teléfono móvil, encripta cada uno de sus comunicaciones, lleva una vida nómada y huidiza, paga en metálico antes que con tarjetas de crédito y se registra en los hoteles con nombres falsos. Ser el director y la cabeza visible de la organización Wikileaks, está claro, no implica una vida cómoda. «Mi determinación a seguir por este camino me ha llevado a una situación ciertamente poco ordinaria», ha declarado a The New York Times.
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