Si lo pensamos bien, este empleado de una oficina de Deutsche Bank en Buxtehude, no hizo nada demasiado diferente a lo que hacían los 'jefazos' desde los despachos de Fráncfort: ingentes inversiones en negocios de altísimo riesgo. La principal diferencia es que, una vez descubierto el pastel, a ellos no los enchironaron, sino que el Estado les concedió multimillonarias ayudas para mantenerse a flote mientras que Jens L., de 39 años, se enfrenta ahora a un juicio en Alemania. Ha sido acusado de 156 delitos de prevaricación.
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