En el área de Xoguetes del Laboratorio de Consumo de Galicia los ingenieros parecen más perversos que Sid Phillips, el destructivo niño que despedazaba maquinitas en Toy Story. Estiran los cachivaches, los aplastan, les sueltan pesas encima y hasta los incineran para comprobar si arden con excesiva facilidad, pero siempre con el noble propósito de velar por la seguridad de los niños.
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