No debería resultar extraño que personas sospechosas de graves delitos pasen por prisión; lo que sí resulta extraño es que los jueces que se encargan de estos casos se vean expuestos, sistemáticamente, a acoso mediático, recusaciones de la fiscalía y otras patéticas triquiñuelas que pretenden impedir su trabajo. Si esto ocurriera puntualmente, podríamos pensar que son meras coincidencias pero de tanto repetirse estas coincidencias empiezan a ser más que sospechosas.
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