Si los periodistas son agredidos en China sistematicamente antes de que los juegos comiencen, ¿qué sucederá en el curso de las semanas y meses venideros? ¿El mundo podría asistir entonces en Pekín a las cárceles más grandes y olímpicas, cárceles para atletas y periodistas y de paso para los telespectadores que aplaudirán las medallas con los reversos ensangrentados?
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