Hemos visto unos cuantos intentos hechos por compañías obsesionadas con la piratería y la protección de sus juegos para evitar bootlegs y modificaciones en general de sus productos. Intentos que, la inmensa mayoría de las veces, ha repercutido sobre el comprador original del juego en vez de a quien iba dirigido. Hoy tenemos un caso extremo: las baterías suicidas de Capcom. Un mecanismo de defensa casi inexplicable - o mejor dicho, indefendible- que afectaba a una gran mayoría de placas de videojuegos arcade de la compañía nipona.
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