Hay quien piensa que ya tenemos suficientes dificultades como para generarnos otras nuevas, por lo que tienden a suponer que emprender una reforma constitucional sería añadir confusión e incertidumbre. No acaban de asumir que reformar la Constitución lejos de ser una parte del problema constituye una forma de comenzar a solucionarlo. La Constitución no es un tótem, sino un acuerdo que debe y puede ser renovado y ajustado a los tiempos.
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