Tras hacer cuentas para cerrar mis presupuestos domésticos, he decidido dar un recorte serio a la partida que venía dedicando a la educación de mis hijos. Que sean autodidactas, como yo. Voy a dedicar menos dinero también a la alimentación familiar. Que se coman un bocata de chóped a mediodía y luego, en casa, unas acelgas rehogadas. Lo de ir al médico cada dos por tres se ha acabado. Si salen con los dientes torcidos, que aprendan a masticar en diagonal. Y si tienen dioptrías, que guiñen los ojos.
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