Las mentiras y falsedades en el currículo son ya una práctica habitual (y muy arriesgada), sobre todo en tiempos en los que el trabajo escasea. Se trata de un mal hábito en el que no sólo caen aquellos que buscan su primer empleo. También quienes aspiran a puestos directivos sucumben a la tentación de inflar (o de desinflar, en momentos de crisis) su vida laboral. Los jóvenes, sin embargo, parecen ser los menos honestos y los más proclives a asumir riesgos en esta práctica poco aconsejable.
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