Timothy Kurek es oriundo de Nashville, la capital del estado sureño de Tennessee. Cristiano y convencido de que la homosexualidad es un pecado, a los 22 años una amiga le explicó entre lágrimas que sus padres la habían repudiado cuando les contó que era lesbiana. Incapaz de presentarle argumentos para “convertirla”, Kurek decidió embarcarse en lo que califica de “espionaje espiritual”: vivir como gay durante un año. “Necesitaba empatizar y comprender”, explica.
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