A don Juan Manuel esta promiscuidad creativa ya empieza a molestarle. Él sabe, y lo dice en el prólogo de El conde Lucanor que el proceso de copia trae aparejada siempre la comisión de errores. Y sabe que una simple errata puede dar al traste con el sentido de todo un párrafo. Y esto, con ser malo, no era lo peor: lo peor para él era que además de echar a perder sus textos, le echaran a él la culpa de los errores.
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