Stiglitz denuncia que, en el pasado, las respuestas a las crisis económicas que se imponían a los países pobres se basaban en la austeridad, recortes de sanidad, privatizaciones, subidas brutales de los tipos y, sobre todo, prohibición de todo tipo de ayudas al sector privado. Cuando son los países ricos los que entran en crisis, las respuestas son todo lo contrario, y eso hace que los países pobres se enfurezcan y desconfíen de nuestras instituciones y de los valores que, se supone, queremos exportarles: democracia, libre mercado, etc
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