Un día, Oriol Pujol le dijo a su padre: “Pare, creo que intentaré lucrarme de manera ilegal sin que me pillen”. Jordi Pujol, siempre dispuesto a iluminar el camino de un joven político con una lección vital, apretó las manitas de tres dedetes contra el bastón, le atizó sonoro garrotazo en la testuz y le dijo: “Fill meu, hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”.
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