La fotografía se ha debatido, se debate y se debatirá eternamente acerca de la veracidad en sí misma: hasta qué punto un testimonio de la realidad puede ser un montaje bien orquestado, como el trabajo de Eugene Smith en la España de la posguerra, por ejemplo, o por qué un trabajo de estudio puede realizar mejor el trabajo de representar una realidad concreta. En el instante captado existe un antes, e incluso un después. ¿Cómo influencian ambas cosas al espíritu de una fotografía? ¿Deben hacerlo? ¿Importa demasiado?
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