Sobre la mesa, de inicio, el transporte, el agua, las basuras, las bicicletas de alquiler municipal, las infraestructuras, los planes urbanísticos e incluso convertirse en una suerte de lobby para reclamar una mejora de financiación y otro tipo de ventajas. Ribó y los alcaldes de los municipios aledaños a Valencia son conscientes de que la presión que puede ejercer una ciudad que ronda los 790.000 habitantes no es la misma que la que puede realizar un núcleo urbano con más de millón y medio de vecinos.
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