Jenifer siempre mantuvo la sonrisa, algo imprescindible para ser capitana de un equipo. Tal vez sea difícil entender su actitud. A los pocos días de nacer los médicos descubrieron que tenía síndrome de Down, hace un año perdió a su padre, el pasado 28 de marzo le diagnosticaron una leucemia, y no hace ni un mes que su sonrisa se borró para siempre. Tenía 27 años y, pese a la dureza de su enfermedad, sólo le rondaba una cosa en la cabeza: volver a jugar a rugby una vez más con sus amigos de El Quijote, un club toledano con sede en Illescas.
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