Jorge Dezcallar sigue como siempre: con pinta de pincel recién salido de la ducha e impecable como el pañuelo que emerge del bolsillo de su chaqueta. Las arrugas no han hecho mella en él ni por dentro ni por fuera: no hay sombra de esos 70 años que cumple dentro de un mes ni de esas dentelladas que dice haber sufrido en nuestra España cainita.
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