Jair Candor, 63 años, quizá es el rastreador de tribus aisladas más experimentado de Brasil, de los pocos aún contratados por el gobierno para explorar las zonas más vírgenes de la Amazonia en busca de pruebas de grupos que han vivido, en gran medida, sin ser vistos ni contactados por generaciones. Su trabajo no consiste en contactarlas, sino protegerlas. La ley exige pruebas de su existencia para prohibir que forasteros accedan a sus tierras. En 35 años tuvo malaria decenas de veces y sufrió 2 atentados: de un indígena asustado y de leñadores.
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