Marco Colombo, 38 años, dueño de una pequeña empresa metalúrgica de Turbigo, en el norte de Italia, tuvo la suerte de ganar un millón de euros en la lotería y sus empleados la suerte de tenerlo como patrón. En efecto, Colombo repartió más de un tercio del premio entre sus empleados, cumpliendo con la ritual promesa que hacía cada semana: "Si gano, reparto". Dicho y hecho. Cada uno de sus cinco empleados recibió 70.000 euros
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