Cada día es más difícil ser amigo de Israel, salvo para los incondicionales convencidos de que todo lo que hacen las autoridades israelíes es bueno, que todos los palestinos son terroristas y que las críticas a la política de Israel son siempre producto del antisemitismo. Yo sigo siéndolo, pese a la repugnancia que me inspira su Gobierno actual, la intransigencia fanática de sus colonos y los abusos y, a veces, crímenes que Israel comete en los territorios ocupados y en Gaza, o fuera de sus fronteras. Por Mario Vargas LLosa.
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