No es Irlanda el problema, sino una Unión Europea antidemocrática, que se ha alejado de sus ciudadanos y que no deja de perder legitimidad ante ellos. ¿Por qué, si no, no se atreven a consultarnos? El resto de europeos no ha tenido la posibilidad de expresarse libremente sobre lo que piensa o no piensa del Tratado de Lisboa. Tal vez si nos hubieran dejado hacerlo nuestros democráticos gobiernos habría muchos ochocientos miles en muchos países miembros de la UE.
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