Fátima Pérez Sastre participó en el desarrollo de esta máquina que parece sacado de un libro de ciencia ficción. A sus 22 años, Fátima, a la vuelta de su segundo año de ingeniería biomédica en Corea del Sur, empezó con unas prácticas en una start up, entró como becaria en BioDan y la contrataron en la investigación y desarrollo de una impresora en 3D que imprime piel. La bio impresora permite replicar la estructura natural de la piel, con una capa externa, la epidermis, junto a otra más profunda, la dermis. Hasta ahora se hacía de forma manual.
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