En la reunión del G8 de esta semana los máximos mandatarios del mundo han incluido por primera vez en su agenda de temas importantes uno tan poco urgente como la regulación de Internet. Su avance arrollador y la capacidad de las redes sociales para unir y movilizar a personas están convirtiéndose en un rompecabezas para los políticos que quieren empezar a poner la soga al cuello de Internet antes de que se vuelva contra ellos. Y ahora es su momento.
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