Los instrumentos medievales de tortura, en especial los atribuidos a la Inquisición, siempre han despertado el interés, con frecuencia morboso, del gran público. Muchos han visitado museos de la tortura y han preguntado por la veracidad o verosimilitud de los instrumentos expuestos. Se trata de vergüenzas sin ningún valor histórico. El primer dato que sorprende es la falta de testimonios históricos o arqueológicos de estos artefactos como la pera de la angustia, la doncella de hierro, o la cuna de Judas.
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