Éste no ha sido históricamente un país abonado para el pensamiento filosófico; durante siglos hubo en España un pensamiento oficial que se creyó poseedor de la verdad, por lo que siguiendo el famoso dilema -cualquier otro pensamiento es innecesario o erróneo- se impidió la expresión de cualquier otro. Los intentos que a finales del siglo XIX y de principios del XX quisieron hacer de España un país moderno, abierto al pensamiento europeo, fracasaron ante las banderías reaccionarias congénitas e impenitentes.
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