En la España de 2007, el paisaje estaba marcado por las grúas que construían nuevas viviendas de forma incansable y por las agencias inmobiliarias que proliferaban en casi cada esquina de las ciudades para venderlas. El pinchazo de la burbuja del ladrillo, además de llevarse por delante a muchas familias, acabó con unas y con otras. En 2017, el mercado inmobiliario vuelve a reactivarse –crece el número de hipotecas, transacciones y sube el precio de la vivienda– y con esto vuelve a aumentar el papel de las agencias.
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