Si bien en la teoría los CIE no son cárceles o centros penitenciarios, en la práctica no son más que eso: espacios cerrados, rodeados de muros y vigilantes, en el que se encuentran personas retenidas contra su voluntad en condiciones deplorables. Llevan existiendo durante muchísimos años y, a pesar de ello, no cuentan con regulación legal alguna.
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