Asociamos la tauromaquia con el escenario público de la sangre, la baba y el estertor, todo ello a apenas unos metros del “respetable”. Pero la tauromaquia es mucho más que eso; y más quiere decir peor: más detestable, más triste, más criminal. Hace pocos días, tres toros que eran trasladados, a la fuerza, a una corrida de rejones en Vitoria-Gazteiz no sobrevivieron al viaje y aparecieron muertos en el camión que los transportaba. Por calor, por estrés o porque, por prescripción de los veterinarios, no habían recibido alimento ni agua.
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