¿Pueden los videojuegos ser arte? Es la pregunta pedante y eterna que trae consigo una avalancha de opiniones más o menos encrespadas. El recientemente desaparecido Roger Ebert la lió en su momento con unas declaraciones que encendieron a muchos, el MoMA decidió añadir el videojuego a su catálogo, y el jugador medio defendió el orgasmo que tuvo con Flower, Tetris o Shadow of the colossus como una prueba irrevocable de haber descubierto un arte latente.
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