Lo indie. O lo mainstream. Esa complicada franja divisoria donde parece que «lo comercial» y «lo alternativo» se lían a toallazos mojados, que duelen, ¡ojo!… pero no matan. ¿Dónde están las fronteras que delimitan la categoría de una obra? ¿Qué etiqueta la tilda de independiente o de convencional? ¿Es intrínsecamente necesaria alguna de estas acepciones? Éstas preguntas no sólo son complicadas de resolver, sino que conforman motivo usual de debate a poco que uno coquetee con este mundillo que tenemos a bien el llamar como «indie».
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