Se hace a los catalanes verse a sí mismos como personas buenas, sencillas y fieles, además de habérseles proporcionado una mezcla de santurronería arrogante y rotundo desprecio por el pensamiento, no digamos ya la crítica. Una gente realmente convencida de su misión de mostrar al mundo el modelo perfecto de bondad y superioridad moral: ellos mismos.
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