En 1982, a los 72 años, de visita en Nueva York desde Israel, donde vivía, para recibir un homenaje, Gisella Perl, ginecóloga que fue a la vez prisionera y médica de otras mujeres en los campos de concentración nazis, dijo que lo peor que podía pasarle a alguien en Auschwitz —una afirmación difícil— era ser una mujer embarazada. Ella arriesgó su vida, como acaban de recordar en un estudio sus colegas, e historiadores de la Shoah, George Weisz y Konrad Kwiet, para salvar la de una cantidad incalculable de mujeres: las ayudó a abortar...
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