Los deportistas coreanos solo podían acudir a los Juegos Olímpicos bajo la bandera de Japón. Además se vieron obligados a inscribirse con las versiones japonesas de sus nombres. Pero con lo que no contaban los políticos japoneses era con que pudiesen aprovechar sus éxitos deportivos para reivindicar su nacionalidad y dar a conocer ante todo el mundo la resistencia de Corea a la ocupación japonesa. Y eso fue lo que hicieron.
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