Nunca antes la había llamado a casa, pero ese día el director de la oficina contactó por teléfono con Luisa Vicente Santiago para hacerle una propuesta. “Me dijo que tenía algo interesante para mí y que si no pasaba esa misma mañana perdería la oportunidad”, explica la mujer, jubilada de 64 años. El 22 de enero de 2009, Luisa contrató 30.000 euros en acciones subordinadas. Es un producto financiero de riesgo, pero ella dice que no lo sabía y que el director le prometió que “el capital estaba asegurado al cien por cien” y, sobre todo, que “podía
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