La imprenta Blasco se hunde, sumida en el olvido más absoluto. Una instalación que compró a los propietarios el Ayuntamiento en 2002, siendo alcalde José Atares, mediante una permuta de suelo por 2,2 millones de euros, incluido el equipamiento: dieciocho máquinas de los siglos XVIII y XIX, cuatro prensas y seis chivaletes.
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