María Zoilo no puede andar. Para moverse tiene que arquear el cuerpo, casi vencido, sobre una muleta y arrastrarse poco a poco por el parqué. Su marido sí puede mover la alargada figura con cierta agilidad. Sobre todo, si se tiene en cuenta que tiene 88 años. Él cuida de su mujer, limpia lo que puede y entre los dos hacen la comida. Hace unos meses les llegó la carta. Les quitaban dos horas de ayuda. La señora que iba de lunes a viernes ahora solo está una hora para bañar a María. Ya. Ninguna otra mano colaboradora para estos dos ancianos.
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