El imperio empresarial no es de D.S., sino del pederasta del Raval. Los más de cuarenta empleados del holding observan, cada día, cómo J.M.H.P. hace y deshace a su antojo pese a no constar en ningún sitio; ni en el Registro Mercantil, ni en su página web, ni siquiera en las tarjetas de visita. También sus hijos trabajan para las empresas del padre: “D. y J.M. comparten despacho."
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