En la década de 1980, la epidemia de sida alcanzó niveles catastróficos, dejando comunidades devastadas e innumerables vidas pendiendo de un hilo. En todo Estados Unidos y fuera de sus fronteras, la gente moría a un ritmo alarmante, mientras que otros se sentían atenazados por el miedo a una misteriosa enfermedad que apenas comprendían pero que creían que pronto arrasaría a la población como un reguero de pólvora...
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