El sofá, en cuya concepción han trabajado los mejores diseñadores de Ikea para hacerlo especialmente incómodo, dispone de inexplicables travesaños de madera que se clavan “en toda la riñonada de tu esposo” con la intención de que, tras dos semanas durmiendo alí, “se sienta culpable sin saber por qué y acabe pidiendo perdón por cosas que no sabe que ha hecho”.
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