De «jarabe democrático» a una actuación «negativa» que contribuye a la «crispación social». Ese ha sido el tránsito del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que ha pasado de justificar manifestaciones a la puerta de los domicilios particulares de los dirigentes del PP por su gestión de la crisis financiera -que llevó a España al borde del rescate-, a criticar las protestas de las que él y su pareja, la ministra Irene Montero, están siendo víctima en los últimos días.
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