Por alguna extraña razón los medios tratan de explicar el funcionamiento del sistema democrático atendiendo a criterios ideológicos que acaban derivando en resultados concretos. En otras palabras, si un partido progresista pierde las elecciones y es sustituído por otro conservador se argumenta que la derrota es debida a su giro ideológico hacia la derecha. La realidad es bien distinta, el éxito o fracaso de una formación política no tiene tanto que ver con sus ideas como con la red clientelar que es capaz de tejer.
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