El humo ha desaparecido de los bares. Lo que significa que ya no huelen a tabaco. ¿Pero ha sido sustituida esta peste por otras, menos perjudiciales para la salud pero más ofensivas para el olfato? Esto es lo que me preguntaba este fin de semana después de oír quejarse a algunas de mis amistades. Ellos describían cómo el fin del tabaquismo en los locales había dado paso a una marea de intensos olores a humedad, a váter, a cocina, a desinfectante o, digámoslo finamente, a humanidad.
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